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El ámbito escolar, estudiantil, universitario parece ser el único aspecto de la cultura saharaui en el que las diferencias de género son reducidas al mínimo, es posible atreverse a decir que actualmente no existen. En nivel de escolarización disparejo que en pasado era tajante debido a la temprana edad en la que una mujer, una niña, contraía matrimonio, hoy es igual al del hombre. La edad en la que una mujer se ve socialmente obligada en casarse ha notablemente aumentado y con ella la posibilidad de completar los varios niveles de estudio, desde la primaria hasta la universidad.
Las consistentes campañas de alfabetización garantizaron que en cada daira de cada wilaya estuvieran kinder y escuelas primarias mixtas, desde el primero hasta el sexto grado; en Auserd, Smara y Aaiun se encuentran respectivamente 6 kinder y 6 escuelas primarias, en Dakhla están 7 kinder y 7 primarias; además en el “27 de febrero” están una escuela primaria y 2 kinder uno de los cuales es una guardería que acoge a niños desde los dos hasta los tres años. Mientras las wilayas toman simbólicamente el nombre de las principales localidades del Sahara Occidental, las escuelas como el 27 de febrero son llamadas con las fechas claves de la historia de la RASD. Si bien el “27 de febrero” nace como un instituto profesional para mujeres, administrado por la Unión Nacional de Mujeres Saharaui (UNMS), y no es propiamente una wilaya, ya hace mucho tiempo se volvió un centro en el que confluyen varias actividades sociales y económicas de la UNMS.
Actualmente se encuentra una sola escuela segundaria en todos los campamentos y es la del “12 de octubre”, que las mujeres entrevistadas consideran de muy baja calidad; sin embargo hasta el mes de febrero 2006 se podía contar con la escuela segundaria del “9 de junio”, que fue destruida por las inundaciones y aún no se reconstruyó. Una atención a parte merece la escuela de educación para niños y jóvenes con problemas psicomotorios en la wilaya de Smara. Además de las segundarias para niñas y niños, en los campamentos se encuentran dos escuelas de formación profesional femenina: las ya mencionadas “27 de febrero” y la “Olof Palme”, dos institutos de especialización exclusivamente para las mujeres en las que se imparten numerosos talleres.
El sistema escolar en los campamentos es totalmente gratuito, libros y papelería incluida; como se destaca en las entrevistas todos los saharaui tienen la posibilidad de frecuentar la escuela primaria y también la segundaria del “12 de octubre”; las diferencias sociales se notan desde el sexto grado hacia adelante, durante los estudios universitarios.
La educación escolar actualmente no es obligatoria, pero lo ha sido; sin embargo las mujeres entrevistadas dicen que es un deber moral de las familias que sus propios hijos estudien y se preparen. Cada día, durante 4 horas por la mañana y 3 por la tarde los niños desde los 6 hasta los 12 años están insertados el sistema escolar de los campamentos. Llevan muchas materias, entre las cuales idiomas y enseñanza coránica según el programa gubernamental y el abandono escolar es prácticamente inexistente; pero a pesar de esta asidua escolarización la media de los jóvenes saharaui aprende a leer a los 10 años: Por lo general desde el cuarto o quinto grado aprenden a leer y a escribir; más o menos a la edad de 10 años.
Todas las mujeres entrevistadas coinciden con que si los padres no guían a los hijos durante los primeros años de aprendizaje escolar, entonces el recorrido hacia la alfabetización se puede volver complejo; reponiendo de tal manera una extremada confianza en el núcleo familiar, pero una consecuente desconfianza en el programa escolar local: No hay una edad precisa y sobre todo no depende directamente de la escolarización. La familia es muy importante en este proceso de aprendizaje de la lectura y de la escritura debido a que es dentro del núcleo familiar que se aprende, si los padres tienen tiempo para dedicarles a los niños. Al contrario se puede llegar también al tercero o cuarto año de escuela sin saber ni leer ni escribir.
Además de la escuela para las mujeres en los campamentos se llevan a cabo varios cursos de todo tipo: de informática, de páginas Web, de periodismo, de audiovisual, costura, de corte y confección, de secretaria y otros más (...). Pero los que se realizan en la escuela del “27 de febrero” tienen la ventaja de la electricidad, porque en las otras wilayas la luz se interrumpe a las 14.00 horas y los cursos se deben detener.
Los profesores por otro lado no son muchos; se cuenta con un maestro cada grado escolar, conformado por dos grupos de alumnos, cuyo número varía con base en los estudiantes inscriptos. Además está un profesor de idioma español y otro de idioma árabe y hassaniya para cada grupo; la primaria del “27 de febrero” es la única escuela en donde, español a parte, un grupo de alumnos estudia también el idioma francés. Los profesores ejercen su trabajo por medio de la licenciatura o por medio de la experiencia, la misma que en algunos esporádicos casos puede sustituir el título; mientras antes podían enseñar con el grado pre-universitario, como se destaca en las palabras de una mujer: Antes le daban plazas a todos quienes tenían el título pre-universitario; ahora es necesaria la licenciatura o el título de un politécnico educativo. Hay que decir que este reglamento se aplica el 98% de las veces, ya que se da el caso de profesores que obtienen las plazas debido a la experiencia que tienen en la educación.
Un inspector evalúa cada tres meses el trabajo de los profesores de idioma árabe y español; su salario depende por el 90% de la evaluación que el inspector lleva a cabo, verificando el programa de estudio y la presencia o la ausencia en el lugar de trabajo.
En la actualidad los profesores que trabajan en los campamentos se licenciaron al extranjero y al acabar el ciclo de estudio universitario vuelven a los campamentos saharaui para contribuir a mejorar su contexto socio-cultural. Cabe destacar que los saharaui que emigraron para estudiar, en los campamentos realizan varios tipos de trabajos que dependen de la especialización que tienen; no es posible realizar cualquier tipo de labor en el contexto de un campamento de refugiados, en donde la mayoría de los servicios son reducidos al mínimo. Dicho con las palabras de las mujeres entrevistadas: Todos quienes tienen la posibilidad económica de estudiar al extranjero vuelven a los campamentos y prestan servicios a la comunidad. Debido a las condiciones de refugiados, los saharaui pueden trabajar en varios campos que no siempre corresponden a lo que estudiaron. Quienes estudiaron la carrera de médicos aquí trabajan en los hospitales, mientras quien al contrario estudió contabilidad no puede trabajar en un banco porque aquí no hay, pero se puede volver maestro y puede enseñar sus conocimientos.
   Dentro de las escuelas que se encuentran en los campamentos, considerándolas tanto desde el punto de vista estructural como desde los alumnos y los maestros, una atención peculiar merece la escuela para niños y jóvenes con problemas psicomotorios, la que llaman “la escuela especial de Castro”, ubicada en la wilaya de Smara.
Esta escuela especial no es la única que se encuentra en los campamentos; en Smara está otro instituto para ciegos, uno más en Dakhla y otra escuela en el “27 de febrero”; pero a nadie le queda duda que ésta del doctor “Castro” es en lo absoluto una oasis en el centro de los campamentos, un tangible desafío a la nada, la misma nada que a menudo justifica el estatismo de la cultura saharaui, debido a que los campamentos se continúan considerando una solución provisional.
Esta escuela acoge a niños y jóvenes desde los 6 hasta los 28 años y fue fundada hace muchos años por un doctor muy carismático que realizó sus estudios de medicina en Cuba; desde ahí y desde su barba rarefacta le vino el nombre de “Castro”, pero además debido a su revolución para que se abriera la escuela, como él mismo lo relata: Cuando empecé me decían que estaba loco como los niños de aquí, pero mira (enseña diferentes fases de la edificación de la escuela, desde cuando era una estructura pequeña y privada de cada instrumento). Pero yo no hago el trabajo sólo, yo no soy nada, somos muchos aquí, yo sólo soy un pastor de cabras (...).
La escuela ha sido sujeta a unos extraordinarios cambios, tanto en la calidad como en la cantidad de los instrumentos que se tienen a disposición desde pocos años; ahora se puede considerar que tiene un nivel efectivamente asombroso para estar insertada en un contexto en donde casi todo se considera efímero. Al contrario la escuela ha sido creada con tangibles objetivos y parece destinada no sólo a perdurar, sino a mejorar en continuación gracias a la constancia del Dr. Castro y al apoyo económico que a menudo llega por parte de organismos internacionales.
Los tres grandes objetivos de la escuela son la educación, la integración y la autonomía; palabras que se encuentran escritas en grandes letras en la entrada, para recordarse y para recordar qué tipo de enseñanza quieren y pueden otorgar. En efecto se mira a enseñar a los niños y a los jóvenes las modalidades de la cotidianidad para que se puedan re-insertar en la sociedad, para que no se queden excluidos de la alteridad “normal”.
Ahí se aprende a vestirse a lavarse, a jugar, a re-ordenar tras el juego, a caminar superando los obstáculos que se encuentran en el piso, gracias también a una sala para la rehabilitación física. Se aprende el respecto para el medio ambiente recogiendo la basura y tirándola en el contenedor correcto, se aprenden las diferencias culturales por medio de los utensilios (tenedores, cuchillos, etc.) para comer a la manera occidental, sin renunciar a comer con las manos, como acostumbran los saharaui. Por fin se aprende a trabajar de varias maneras por medio de los laboratorios de mecánica, de corte, de confección y de pintura. En estos talleres los jóvenes y los niños realizan unas labores artesanales que se exponen y venden en la biblioteca de la escuela, don de boda de una pareja española que había ido de viaje a los campamentos.
Cuando se piensa que los chicos y las chicas de la escuela están listos, se intenta una re-inserción en las escuelas de las varias wilayas, junto con sus coetáneos. A veces se logra, otras no y vuelven a la escuela especial. Cuando superan la edad para quedarse en la estructura, es el mismo Dr. Castro quien pone en contacto a los familiares de sus pacientes con la gente que podría necesitar de ellos como trabajadores, para que los jóvenes se vuelvan definitivamente autosuficientes. Dice Castro: cada niño debe aprender a ser autosuficiente y debe trabajar como sea para vivir sin limosna y para ganarse la vida, además para no pesar sobre sus padres. Así que los pequeños también hacen trabajos manuales para quien lo necesite. Están muchos chicos de la escuela que logran integrarse en la sociedad por medio del trabajo, así nadie los puede alejar, ya que son parte de la comunidad, de hecho son personas integradas.
Otro ejemplo de educación es el instituto femenino del “27 de febrero”, inaugurado en 1978 para alfabetizar a las mujeres saharaui y otorgarles una formación profesional como enfermeras, secretarias, periodistas, maestras, administrativas, artesanas y en la actualidad para enseñarles idiomas español, inglés, francés y formarlas como informáticas; esto nada más para nombrar algunos de los cursos que se impartieron e imparten todavía. La escuela toma el nombre simbólico de la fecha de la independencia y de la constitución de la RASD (República Araba Saharaui Democrática) que se llevó a cabo durante la noche del 27 de febrero de 1976 en el territorio liberado de Bir Lehlu.
La escuela del “27 de febrero” tiene su función de fulcro cultural, de aglutinante social del género femenino saharaui desde que se conformó, pues ya desde 30 años. De las muchas jaimas y casas que constituyen actualmente el contexto del “27 de febrero”, la mayoría representan todavía las familias de las mujeres que ahí se mudaron para estudiar y prepararse al trabajo. En el pasado los exiguos medios de transporte y la necesidad de guarderías para los niños, todos elementos que les hubieran imposibilitado desplazarse de una wilaya a otra, han encontrado su respuesta en esta escuela, en éste centro que, como lo dijimos, no es propiamente una wilaya como Smara, Dakhla, Aaiun e Auserd, debido a su tamaño y a su conformación inicial, pero que actualmente se volvió un centro clave de los campamentos, en el que confluyen cooperativas femeninas, el centro cultural, la escuela primaria, la guardería, el hospital, el centro de informática, el cyber-café y la escuela de conducir.
Las mujeres saharaui acogidas en el hammada argelino, tanto las que venían del campo, del bedía, como las ciudadanas de los centros de Aaiun, Dakhla, Smara no sólo no eran alfabetizadas, sino que no tenían una conciencia política tangible. Fue el proceso de alfabetización, de instrucción, fue la reforma escolar de corte netamente progresista que concilió las exigencias femeninas que cargaban con la sociedad fragmentada de los campamentos, con la preparación profesional y cultural. Es a través de esta formación que la mujer se involucró en las actividades políticas, fue gracias a esta toma de conciencia de sus capacidades que empezó el largo proceso de empoderamiento femenino. Es innegable que la mujer saharaui fue quien edificó, construyó y organizó la nueva sociedad en los campamentos; una sociedad hecha para las mujeres hacia las mujeres, debido a la ausencia de los hombres que se encontraban todos combatiendo para la causa común: el regreso en el Sahara Occidental.
Es otro momento histórico de formación que ve la participación de organismos internacionales se podría insertar la escuela de “Olof Palme”, inaugurada en 1989 en la wilaya de Aaiun por parte de una organización femenina socialista de Suecia en donde también se llevan a cabo numerosos talleres de tejido, de textura, de costura, de administración, de dibujo técnico y de formación de educadoras.
El fenómeno de la migración saharaui se puede sistematizar en dos diferentes tipos de desplazamiento transnacional: uno está finalizado al estudio superior y otro concierne las adopciones, es decir la acogida de niñas y niños saharaui por parte de algunas familias. Ambos tipos de flujos migratorios se realizan en países con los que la RASD tiene convenios particulares, estos son: Libia, Argelia, Italia, España, Cuba, Rusia.
El primer caso concierne al estudio y atañe a jóvenes, chicos y chicas de aproximadamente 12 años de edad, que se dirigen al extranjero para realizar su formación a partir de la escuela segundaria, llevando a cabo el ciclo pre-universitario y universitario completo, con base en el sistema escolar del país que los acoge; al finalizar tal recorrido de estudio formativo las y los jóvenes saharaui vuelven a los campamentos. A menudo se trata de más de 15 años fuera de su sociedad y, cuando los medios de comunicación en la hammada argelina eran todavía precarios, las familias comunicaban poco o nada con sus hijos que se encontraban lejos, en otra tierra y en otro mar. La diferencia entre las generaciones emigradas hace unos años y las que viajan ahora es tajante, justamente debido a los medios de comunicación, sobre todo a Internet, a la telefonía fija y al celular, éste último ya muy difundido en los campamentos.
Este espacio dicotómico, y al fin complementario, delimitado concreta y simbólicamente por una línea fronteriza, más allá de demarcar distancias define también pautas: pautas de viajes con regreso incluido.
Los desplazamientos de los jóvenes saharaui comienzan por lo general durante el último año de la escuela primaria, por medio de una convocatoria de uno de los países antes mencionados, cercanos a la RASD. Hay que concursar en la primera convocatoria que sale, no se puede esperar otra, sobre todo no se tiene la posibilidad de elegir el país en donde dirigirse. Tampoco se trata se una decisión personal considerando la joven edad, ni totalmente familiar. Se podría considerar una pauta social establecida por el gobierno, por medio de la cual se imparte y garantiza la formación universitaria a los jóvenes saharaui, que en los campamentos no tendrían la misma oportunidad.
Se parte todos juntos, todos pequeños de 12-13 años y el número de estudiantes varía notablemente; se puede partir en exiguos grupos de 50 personas, así como en grupos notables de 200 chiquitos. En esta formación también están presentes unas educadoras, quienes se responsabilizan para el grupo y quienes se ocuparán de los niños en los países extranjeros, durante la segundaria y el curso pre-universitario 7. Todos juntos en escuelas mixtas, divididos sólo en los dormitorios, los jóvenes saharaui crecerán en institutos juntos con otros estudiantes de los países que los hospedan y como ellos tendrán una beca mensual, o trimestral, dependiendo del sistema escolar en el que se insertarán. Para completar la beca las familias saharaui que tienen la posibilidad económica de hacerlo, ayudarán a sus hijos.
Durante los años de la segundaria los jóvenes alumnos saldrán poco, sólo los fines de semana, pero la universidad los dejará más libres, sobre todo en países como Italia y España en donde saldrán con menos control, tal y como lo hacen sus coetáneos locales. Otro discurso mucho más ortodoxo es el de Argelia y Libia para la educación, par la libertad personal; aquí todavía existen las puniciones para las faltas de vario tipo, así como también en los campamentos saharaui, la barrita de madera en las manos es muy común, como lo afirma una mujer: Los maestros te pegan como aquí, en las manos con una barrita de madera. Pero no se tiene que exagerar porque se puede ir a la cárcel.
Las y los jóvenes al extranjero aprenderán otro idioma sin nunca dejar el hassaniya porque no se alejarán de sus compañeros y compañeras saharaui; algunas de las muchachas utilizarán maquillaje y vestirán con ropa occidental dejando la melhfa durante los años de estudio en otro país, otras de ellas utilizarán el pañuelo para cubrir el cabello y se pondrán las túnicas largas como el Islam quiere y requiere, además volverán a poner la melhfa para prepararse al regreso en los campamentos. En algunos otros casos la melhfa se volverá a poner al bajar del avión en Tindouf, abrazando de una vez vestuario y tradición. A menudo parte de las y de los jóvenes saharaui emigrantes, no todos, se acostumbrarán al contexto y se alejarán emocional y culturalmente de los campamentos que en quince años les parecerán muy, pero muy lejos.
Los riesgos del desplazamiento se dirigen hacia dos sentidos, más bien hacia dos direcciones: una es el viaje de ida en un contexto totalmente ajeno al propio y otra es la vuelta en la realidad de los campamentos; tales riesgos se corren a nivel personal y, por cierto, identitario. Esta dificultad de significar nuevamente los espacios culturalmente ya determinados tiene que pasar por la ausencia de puntos de referencia habituales y a menudo los confines de la persona se arriesgan en decomponerse socialmente.
Otra modalidad de migración transnacional concierne la acogida de niños saharaui por parte de familias extranjeras durante todo el ciclo escolar; en algunos casos también hasta la universidad. La mayoría de las veces este tipo de adopción se realiza debido a algunos programas que prevén la salida de niñas y niños desde los campamentos hacia el extranjero, durante los meses más duros del año debido al clima, los del verano. Cada verano aproximadamente 10.000 niños saharaui alcanzan un estado europeo y estos viajes en la vida de un niño se pueden repetir numerosas veces, durante varios años, hasta y más de diez.
Aprovechando de esta temporada de “vacación” los pequeños vienen curados en estructuras hospitalarias, que a través del servicio sanitario público se encargan de cubrir totalmente los gastos médicos 8. Para que los niños no dejaran la escuela durante el ciclo de las terapias, cuyos tiempos se pueden alargar dependiendo del tipo de intervención médica requerida, se encontró una válida solución en la acogida de niños en las familias extranjeras, quienes cuidan de ellos hasta que vuelvan a la salud; este proceso es susceptible de durar muchos años. Sin embargo el final es el mismo para todos, para los niños y jóvenes en acogida y para los niños y jóvenes que se insertaron en un programa de estudio al extranjero; se regresa a los campamentos saharaui.
Los retornos de los jóvenes emigrantes, todavía determinados por los códigos de vivencias del contexto extranjero del que se alejaron, son muy duros para todos. Los jóvenes saharaui al regreso en su sociedad se asoman a un conocido y desconocido vacío, que raramente sienten pertenecerles todavía. Se trata se una nueva ruptura, de la segunda translación en un espacio “ajeno” en su vida; se trata de la segunda vez en la que los jóvenes se ven obligados a vivir con sigo mismos cuando todas las estructuras del mundo exterior se substituyen a las que tienen en su interior, en la mente cultural.
Las negociaciones emocionales, síquicas, que algunos de los emigrantes pusieron en acto para despegarse de la sensación atávica (siempre cultural) de pertenencia socioterritorial, se anula con los viajes de vuelta; es aquí que empieza el proceso de luto, un largo proceso de estrategias de transformación de las emociones para re-codificar y re-codificarse a sí mismos, para insertarse de nuevo en su ámbito de origen y volverse saharaui adultos con todo lo que esto conlleva.
Cada regreso desde cada contexto tiene su juego de sombras y de significaciones; no es lo mismo volver de Italia que volver de Cuba, de Argelia o de Libia, pero algo los acomuna: la dificultad de volverse a ir y dejar los campamentos definitivamente.
Los desplazamientos menos drásticos son los que se realizan entre Argelia y Libia, sobre todo debido a la misma educación religiosa islámica, no obstante las heterogeneidades interpretativas de cada cultura. Las mujeres entrevistadas que estudiaron en Argelia no expresan la misma grieta identitaria que se explicita en los cuerpos socioculturales de las jóvenes que volvieron de Europa, pero sobre todo de Cuba. Encontrándose en el mismo país, desde Árgel se vuelve a menudo en los campamentos, si las familias tienen la posibilidad de pagar el autobús o en el mejor de los casos el avión. En la actualidad, las comunicaciones con las familias en el contexto de origen son frecuentes; las mejorías en la telefonía celular ha disminuido notablemente las distancias, de tal manera que en los jóvenes emigrantes no se verifica una tangible ruptura con el contexto familiar y social, sino de cierta cual manera se establece una continuidad, una constante retroalimentación cultural.
Al contrario la verdadera quebradura identitaria se verifica en las saharaui que durante más de 15 años se desplazaron a Europa y a Cuba. La vida caribeña, no obstante la complejidad política y por lo tanto económica, es tajantemente diferente de la cultura saharaui, es la otredad al estado puro; la diversidad, el otro, el ajeno; es el catolicismo y su sincretismo con la santería, son los rituales afro-americanos que se expresan en el icono de los cuerpos a través del lenguaje no verbal, es el baile, la música que acompaña la mirada y los pasos, es esto y mucho más. Precisamente cuando la alteridad radical desaparece para dejar espacio a la “mismidad”, a la compenetración, entonces caen las fronteras, más bien se cruzan y para los jóvenes saharaui, ya de 21-25 años, las vueltas, los regresos a los campamentos se vuelven aún más complejos.
La dificultad mayor en regresar a la realidad de los campamentos la encuentran las mujeres, quienes son sujetas a estrictas normas socioculturales a las cuales subyacen. Para muchas mujeres, el primer impacto de adultas con los campamentos es representado por la vestimenta tradicional; a este primer impacto siguen muchos otros que conciernen la manera de vivir propiamente dicha: el higiene y el aseo, el agua corriente, la comida; luego la libertad personal de salir, hablar, acercarse y de nuevo los comportamientos femeninos con las otras mujeres, pero sobre todo con los hombres, que en la cultura saharaui tienen límites bien establecidos, además de los cuales se rompen tabú. El choque más grande probablemente concierne al matrimonio que necesariamente deberán contraer para re-insertarse en los códigos de significación saharaui.
Las mujeres que volvieron de Cuba y de Europa lamentan esta herida, lamentan haberse sentido saharaui durante tanto tiempo cuando estaban en otro país y que a la vuelta este sentir cambió drásticamente. La sociedad ahora les llama “las cubanas”, las “italianas”, “las españolas”; unas mujeres cuya identidad se quedó en el umbral de una línea fronteriza, una identidad que se tiene viva por medio de la muchedumbre de ritmos latinoamericanos, italianos, españoles.
A veces algunas de ellas, de las “caribeñas” o de las “europeas” pensaron en no volver; pero si de un lado es difícil faltar al respecto al lazo familiar, del otro lado ¿en dónde se hubieran podido ir? El control internacional y su condición de refugiados, por lo tanto la falta de pasaporte debido a que emigraron muy jóvenes y bajo la responsabilidad de un acuerdo entre partes, les otorga pocos grados de autonomía; si bien esto no quiere decir que no exista la posibilidad de quedarse a vivir al extranjero, de hecho numerosos saharaui optan por ello.
Por un lado se encuentran las y los jóvenes quienes no tienen pasaporte, sino sólo una identificación personal, debido a su condición de estudiantes en el país extranjero que los acoge. Muchos de ellos al volver en los campamentos realizan el trámite para pedir el pasaporte, sin embargo este mismo trámite puede durar muchos años. Por otro lado se encuentran los saharaui quienes se dirigieron al extranjero y, como mencionado anteriormente, se quedan en acogida hacia algunas familias; pues éstos desde una cierta edad obtienen oficialmente la ciudadanía del país en donde se dirigieron desde niños, por lo tanto poseen un pasaporte, lo que les posibilita otro tipo de libertad. Si bien este dato es correcto e irrefutable, hay que tomar en consideración otro aspecto que se está verificando en la actualidad en los campamentos y para hacerlo ocurre hacer un paso atrás.
Los jóvenes saharaui que durante una media de 12-15 años, a partir de los 7-8 de edad se encuentran viviendo en varias familias de Europa, a menudo están en contacto con su núcleo familiar de origen; se intenta no quebrar nunca el lazo entre los hijos y sus padres en los campamentos. Es frecuente también que las madres, sobre todo ellas, transcurran unas temporadas de algunos meses en el país que acoge a sus hijas, un pequeño tiempo insertado en aquel mar de años entre la pubertad y la adolescencia. Ellas lo hacen para conocer a su prole y para que a su vez la reconozcan como su madre y como su familia. Pero esto puede no ser siempre suficiente para crear efectivo lazos emocionales, ni para compartir aquellos rasgos culturales totalmente descontextualizados, cuya portadora es una madre que a veces apenas se recuerda y que se puede llegar a rechazar.
Los códigos de la alteridad dividen dos generaciones que se confrontan: una madre con su carga emocional, con su deseo y expectativas hacia sus hijas que se prepararon al extranjero y que un día, al volver, abrazarán tanto a ella, como a la causa saharaui, cuyo principal objetivo es el mismo después de 30 años pasados en el hammada argelino, el regreso al Sahara Occidental. Por otro lado están las hijas, saharaui por cierto, pero también occidental u occidentalizada, tampoco de esto se tiene duda. No importa el grado de libertad que tuvo dentro del núcleo familiar adoptivo, la cultura italiana o española la impregnó sin que tampoco se diera cuenta; el idioma, la escolarización, los atuendos, los vestidos, la comida, el lenguaje verbal y no verbal, las relaciones con los coetáneos, con los padres; todo esto la envolvió durante muchos años y el regreso al contexto de origen es muy complejo desde el punto de vista emocional.
Pero un dato es cierto, se tiene que volver a los campamentos y pocos se rehúsan de hacerlo. Al regresar el choque con la realidad es muy impactante, pero hay que enfrentarse a ello; se hace despacio, no de una sola vez y no durante un sólo viaje. Además, la libertad está a portada de mano por medio del pasaporte, símbolo de un pasaje hacia la que ha sido la “realidad” durante toda la vida de una joven adolescente.
La impresión que se tiene es que éste es un momento de re-pensamiento de los viajes juveniles hacía el extranjero y que una parte de la sociedad ha percibido todo el peso de sus expectativas desilusionadas porque esperaba de vuelta unos jóvenes preparados para enfrentarse a sostener su papel social y no todos los que se fueron estuvieron listos para hacerlo. Sin embargo otros migrantes regresaron justamente para volver a sentirse parte integrante de esta sociedad, no obstante las diferencias culturales que otro contexto cosió en sus identidades permeables. las primeras consecuencias de no tener hijos y también la marginación social; inútil decir que volver a casarse puede ser muy complejo; no obstante, cabe decir que no todas las entrevistadas comparten este dato. Con sesgos diferentes, pero en la misma situación, se encuentra un hombre quien no puede tener hijos, quien está obligado a conceder el divorcio a la mujer y a responsabilizarse por ella desde el punto de vista económico. También sobre el mantenimiento de la economía post separación hay muchas variables, en fin, se puede decir que no se trata de una pauta muy estructurada y que puede variar de familia a familia, sobre todo de hombre a hombre.
Nota 7: El curso pre-universitario no es obligatorio en todos los países mencionados y depende del sistema escolar.
nota 8: Este tratamiento se reserva para los niños, pero existen casos en los que se pueden curar también adultos con enfermedades graves, gracias a la intercesión del Frente Polisario.